jueves, 20 de julio de 2017

ARTICULISTA INVITADO. JORGE ARTURO RODRIGUEZ

TIERRA DE BABEL


En el socavón

Hace unos días por casualidad causada (“Por pura casualidad, ¿han visto por ahí mi causalidad?”), es decir a propósito, vi la película “También la lluvia” (2010), de la cineasta española Iciar Bollaín, que cuenta la historia de un productor (Luis Tosar) y un director de cine (Gael García Bernal) que viajan a Bolivia en el año 2000 para rodar una película sobre Cristóbal Colón, pero durante el rodaje, en la región de Cochabamba, estalla la Guerra del Agua, etapa histórica por pocos conocida. “En el año 2000 la región de Cochabamba, en Bolivia, vivió la llamada Guerra del Agua provocada por la decisión del Gobierno de privatizar el abastecimiento del agua municipal de la región”. (censat.org).


         No sé si fue casualidad (¡otra vez!), pero el pasado martes 18 de julio, en sesión plenaria del Congreso estatal, vi la pancarta: “COYOLILLO PUEBLO AFRODESCENDIENTE”… Y SIN AGUA…” y ahí estaba gente del pueblo, manifestando su alegría por la aprobación del artículo 5° de la Constitución Política del Estado que establece: “Corresponde al Estado, promover y proteger el patrimonio cultural y natural de las comunidades de afrodescendientes radicados en la entidad, a través de la implementación de las políticas públicas pertinentes”. Muy de acuerdo… ¿Y el agua? Reconozcámonos todos, pero no ignoremos los problemas inminentes y desastrosos.

         Unos de los actores bolivianos de “También la lluvia”, Juan Carlos Aduviri, expresó que “la película habla de las grandes transnacionales que no respetan a nadie, que simplemente llegan a los pequeños países y empiezan a succionar sus recursos naturales. No pueden hacer eso, porque Cochabamba, Bolivia, ha demostrado que no se va a dejar. Yo creo que eso podría ser un gran ejemplo para otros países donde se pueda ver esta película, para que sepan que tampoco ellos deben dejarse”. (censat.org).

Ta güeno; pero resulta que no en todas partes defendemos lo nuestro, dando hasta la vida. O son pocos los que lo hacen. Seguimos aguantando.

         Autoridades de todos los niveles, iniciativa privada y cómplices nos parten la madre “socavando” toditita nuestra riqueza natural, con un puñado de malandrines que se hacen de la vista gorda.

         Mientras, “en México se han perforado 3 mil 780 pozos mediante fracturación hidráulica, revela información inédita solicitada a Petróleos Mexicanos por este medio. La utilización de la técnica que ha causado importantes daños a la salud y ambientales, particularmente para tratar yacimientos no convencionales, se incrementará de forma exponencial con las licitaciones programadas por la Secretaría de Energía este año, advirtieron activistas, investigadores y fundaciones proambientales”. (sinembargo.mx/17-07-17). Y arrasan con todo: el agua, la población (indígena, sobre todo), los recursos naturales, el medio ambiente y sólo dejan desolación.
     
    En el Estado de Veracruz, hay 2288 pozos por fracturación hidráulica: Papantla hay 869; Coatzintla, 655; Temapache, 406; Tihuatlán, 151; Chicontepec. 64; Castillo de Teayo, 41… ¿Pa’ qué le seguimos?

         ¿Qué guerra se avecina? Al menos, estoy seguro, registrarán el desastre, el fin de mucha gente y de muchas de nuestras tierras, si no es que todo.

         Como dijo un cibernauta (“Elena”): “Con esto se va hacer un socavón del tamaño de la república, sálvese quien pueda (…) estos sátrapas van agarrar el avión presidencial y se van a ir a Los Alpes Suizos, y nosotros nos vamos a quedar en el fondo del socavón”.
         ¿Será?

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