domingo, 30 de septiembre de 2018

Articulista invitado :Uriel Flores Aguayo

LÁSTIMA DE ROPITA, LAS APARIENCIAS ENGAÑAN


Dos hechos llamativos -uno, sexista, y, otro, violento- donde se han visto involucrados un Senador de la República y dos socios de un bar, respectivamente, se han constituido en grandes escándalos mediáticos y vírales en redes sociales. El legislador, integrante de la bancada del PAN, fue exhibido en sus conversaciones telefónicas con imágenes y mensajes sexistas y vulgares, mientras que los propietarios del antro aparecen en videos golpeando a un vendedor de nieves. Estos hechos tienen varias lecturas y muchas implicaciones. Intento hacer un apunte relacionado con lo que parece ser el nivel real de un sector grande de la población y de nuestra clase política. 

Cabe preguntarnos si estamos ante actitudes aisladas y circunstanciales o si se trata de conductas comunes. Yo creo que así son en la realidad ese tipo de personas, que son un reflejo de una parte importante de la sociedad y que debemos preocuparnos por ello. Es muy grave lo del Senador por su investidura y representación; estamos ante actos de una frivolidad que produce vergüenza y que cuestiona la calidad de un representante popular, que debe haber hecho su campaña hablando de valores, respeto, paz, tolerancia e igualdad; que debe haberse dirigido a mujeres para ofrecerles su aprecio y apoyo. Se enturbia más su situación al tratarse de un legislador del PAN, partido que sostiene todavía algunas ideas de corte conservador; estamos ante una simulación y doble moral: mochos en público y libertinos en privado.

Tal Senador no es muy diferente a buena parte de la clase política tradicional, que hace gala de prepotencia, simulación y frivolidad. Al borrarse las ideologías para pasar al puro pragmatismo, esas son las consecuencias. Lo que resulta es la simulación, de todos los colores. No es ideología tampoco la consigna, el cliché o la unanimidad. Es penoso lo del legislador Tamaulipeco, si, pero debe tener consecuencias; en el corto plazo con disculpas públicas y a la agraviada, así como algún tipo de amonestación interna y la puesta en práctica de un estricto código de ética; en el mediano y largo plazo, en las votaciones para que se escoja mejor a los representantes y se les exija decoro absoluto en el desempeño de sus cargos. 

En el caso de los violentos personajes del bar, hay que decir que su aspecto es de personas clase medieras y urbanas. Uno pudiera verlos en algún parque o lugar de reunión y pensar que está ante ciudadanos comunes. Sin embargo, en este caso demostraron ser sujetos excesivamente violentos y corrientes. Sus actos fueron de tipo pandilleril, incluyendo un lenguaje acorde a las más siniestras cantinas. Es obvio que tienen familia y amistades, por tanto son parte de una comunidad, lo cual implica que comparten gustos, visiones, actitudes  y valores. Creo que su entorno no debe ser muy distinto a ellos, por tanto son una muestra de la forma de ser de ese tipo de personas en nuestra sociedad. 

De pronto nos vemos en el espejo, vemos a personas que se parecen a nosotros físicamente, y tenemos que pensar hasta asumir qué hay mucha gente así, que ese tipo de sociedad es la mexicana, que tenemos enormes rezagos culturales y de tolerancia. Eludirlo, esconderlo o utilizar eufemismo sería caer en los errores de siempre. No hay poder, ideología -o seudo- colores que supere por decreto esa lamentable realidad. Queda la participación ciudadana, demandante de paz y cumplimiento de responsabilidades, como la garantía de que habrá cero impunidad a los violentos y de que tendremos mejor sociedad y mucho mejores políticos.

Recadito: vamos hablando más de Xalapa, vale la pena.

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