jueves, 5 de diciembre de 2019

Articulista invitado:Uriel Flores Aguayo

Uriel Flores Aguayo

Promover la unidad nacional en México, en lo básico al menos, es una postura progresista y democrática. Decir que debe ser a toda costa es tomar una postura tajante y radical. Hacerlo sin dudas, consecuente y activamente. Unir es la consigna del momento; unidad en la diversidad porque no pensamos igual pero debemos respetar al que piense distinto. Unidad en lo básico, con un piso común. A partir de ahí dar rienda al debate en un marco de respeto y absoluta tolerancia. Los ciudadanos y los liderazgos tienen que ser responsables y promover la convivencia civilizada y democrática. No deben verse como enemigos, no lo son. Somos mexicanos y nos afecta o ayuda lo que le pase a la que es nuestra casa común. Las palabras descalificadoras, los insultos de caricatura y la negativa a lo razonable y el respeto en el trato entre la gente no deben ser las conductas dominantes ni volverse costumbre.



La polarización ha venido ganando terreno y se volvió una tendencia fuerte; es la recreación de los extremos, esos espacios donde las posturas se vuelven irreductibles y hasta dogmáticas. Colocados en los puntos más lejanos se ven cada vez más distantes y no dialogan. La inercia y el discurso dominante nos lleva al alejamiento de las posturas con deficiente comunicación. Sin diálogo solo caben las imposiciones y la fragmentación de las bases que sustentan una ruta común. De ahí que se vuelve una actitud renovadora impulsar los diálogos y la comunicación; también es progresista respaldar el desarrollo de la unidad. Tomar partido es fácil, se trata de adherirse a una línea, y refugiarse en dogmas y consignas. La demagogia  y los intereses hacen el resto separando posturas y creando conflictos como forma de hacer política.



Es lamentable y peligroso que desde la Presidencia de la República se haga la descalificación de quienes piensan distinto. Eso es fatal. Es una estrategia política con clara tendencia a identificar enemigos de papel para tener un contraste que de identidad y rumbo a sus simpatizantes. Podría López Obrador, con sus votos y la plena legitimidad, mostrarse magnánimo y Estadista, hacer convocatorias amplias y unitarias, suscitar mayores apoyos para causas como los combates a la pobreza y la violencia criminal. La oposición partidista y la incipiente organización ciudadana que asume posiciones críticas debe ser respetada y alentada; tales figuras no pueden eludir sus compromisos democráticos, también deben hacer un compromiso con el respeto y la verdad. Sin ánimos unitarios vamos al conflicto y al desencuentro. 



En la polarización pierde el sentido común y el acuerdo nacional. En la polarización se facilita el paso a la demagogia. Es decir, a más distancia menos diálogo y menos confianza, a más distancia menos unidad. Polarizar es sencillo pues solo requiere lanzar consignas y mostrarse duros. El ambiente de confrontación sirve a los que menos piensan y no están dispuestos a practicar una política democrática. Todo lo resuelven con dos o tres epítetos y alguna carcajada. A falta de ideas abundan las ocurrencias. Se puede polarizar por varios motivos, en algunos casos abrazando lo más cercano a una idea o propuesta, pero casi siempre es en la búsqueda del aplauso fácil y una sencilla forma de clasificar afines y contrarios. Hay un ascenso en cierto tipo de radicalismo discursivo para distinguirse, para ganar posiciones en las filas de ambos lados y para darse una especie de identidad.



Reiteró que el abono por la unidad, la concreta y sustancial, es una actitud democrática. Es una línea que distingue lo anacrónico del presente, del momento. Más allá de posturas partidistas, de grupos de interés o gubernamentales están los asuntos de la gente concreta, de la sociedad civil. No es sencillo abrir una tercera ruta, es mucho más lenta y elaborada, no brilla. Se requiere paciencia y moderación. No es juego descalificar. Cuando se etiqueta se ofende de palabra y se abre paso al ataque físico. Descalificar es confesión de intolerancia, empobrece la vida pública y nos aleja de la democracia.



Recadito: esas comparecencias se volvieron un vetusto carnaval.



ufa.1959@gmail.com

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