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lunes, 24 de junio de 2019

Articulista invitado Agustín Basilio de la Vega

Aulas para escuelas

El presidente de México pretende que durante el próximo ciclo escolar 200 mil escuelas se construyan, remodelen o reciban mantenimiento. Para ello, está planeando entregar recursos directamente a comités ciudadanos formados por el director, maestros, padres de familia e incluso alumnos de cuarto grado en adelante.
La medida parece razonable porque tiene propósitos indiscutibles como  evitar la corrupción en la asignación de las obras y cobro de estimaciones. También se piensa que así  costarán más baratas y que se ayuda a la comunidad.

La intención de hacer más eficiente la educación, tener mejor infraestructura, evitar costos innecesarios y ayudar a abatir las malas condiciones de vida son loables pero la estrategia propuesta es por lo menos populista y poco fiable.
Esencialmente se atenta contra la división del trabajo de toda economía abierta o de libre emprendimiento que ha dado los mejores resultados en el mundo en lograr mayor desarrollo humano, si no se recapacita, se generará círculos viciosos que provocarán mas ineficiencia y atraso social.

La Sociedad de padres de familia es sin duda importante para el buen funcionamiento de la escuela ellos de hecho son los principales responsables de la educación de los hijos.

Las autoridades (director, maestros y demás colaboradores) realizan una labor subsidiaria (temporalmente y ayudan en lo que los padres no son expertos) para desarrollar en los niños y jóvenes las diversas competencias que demanda el mundo actual. Su principal trabajo es planear, desarrollar y evaluar su actividad docente. Se les paga por capacitarse, actualizarse, desarrollar habilidades pedagógicas, revisar tareas, calificar evidencias y exámenes  y por atender puntualmente a millones de alumnos en las aulas y espacios educativos.

Ni los maestros ni padres de familia tienen como principal tarea ser constructores. Para eso hay profesionistas especializados y empresas dedicadas a ello que cuentan con conocimientos técnicos y experiencia en el ramo de la construcción. Además, esta actividad genera ingresos para el Estado a través de impuestos (ISR entre otros).

El hacer que los padres de familia, maestros y alumnos se vuelvan constructores los distrae de su tarea esencial que es la educación y por otro lado, despreciar a los arquitectos e ingenieros es un error que se pagará muy caro con malos proyectos, costos adicionales por mala calidad, costos de mantenimiento inesperados, mala planeación, decisiones diletantes etc.
Además, este  trabajo se debe pagar y no tienen por qué hacerlo personas no preparadas para esta tarea.

Ir en contra de la especialización y la división de tares contraerá más la economía y provocará el  quiebre de empresas y mayor desempleo. Muy grave será el retroceso en la aplicación de normas técnicas y de nueva tecnología para planteles educativos provocando más retraso y menos desarrollo.

Basta darse una vuelta por las colonias populares para ver la diferencia entre la autoconstrucción de viviendas y los fraccionamientos de interés medio diseñados y desarrollados por profesionales.
Imaginemos que para ahorrar vamos con un huesero en lugar de un traumatólogo, o que se proponga usar leña en lugar de gas para cocinar  o regresar a la plancha de carbón para no gastar en energía eléctrica.

Los arquitectos e ingenieros se preparan para ser diseñadores, constructores y administradores. Las empresas se especializan en técnicas para construir mejor y más eficientemente y el gobierno debe mejorar la administración para evitar obras de mala calidad y con sobre costos o corrupción.
Cada quien tiene una tarea específica y se debe profundizar en su perfeccionamiento.

Cancelando obras o programas no es una forma inteligente de combatir la ineficacia y la corrupción se deben desarrollar mejores procedimientos de supervisión y alentar a la iniciativa privada para que cada día sea más eficiente y productiva. “Zapatero a tus zapatos”
Twitter @basiliodelavega                   24 de junio de 2019

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