DIARIO
ÍNTIMO
Casi un
año después
Cuenta un
chiste que antes de nacer Dios le dio a escoger a cierta alma destinada a ser
un hombre qué prefería: una belleza insuperable o una memoria infalible. Quiero
pensar que ese hombre sería yo porque la verdad no me acuerdo qué escogí. Si
Usted es de esos que escogieron una asequible memoria probablemente recordará que los domingos son
mis días sagrados para disfrutar de la sana holganza, en los que no doy golpe
ni dejo que nadie me quite lo que antes fue una pijama. Bueno, si recuerda esto
lo felicito porque de la última vez que escribí hasta ahora ha pasado ya casi
un año y no es como si la vida no tuviera cosas más interesantes que estar
esperando mi próxima entrega.
Tal vez
Usted, reencontrado lector, se habrá preguntado qué me pasó, a dónde me había
metido, y podría inventarle mil y un cuentos para justificarme pero la verdad
es que un lunes cualquiera desperté y seguía siendo domingo, y el martes
también, y llegó otra vez el domingo y yo seguí rumiando en los rincones de mi
casa y al jardín se le secó el pasto y le creció la hierba mala, y yo la vi
crecer desde el balcón de mi recámara y la verdad no me importó. Algunos me
buscaron y me preguntaron qué había sido de mi, que si no pensaba ya volver,
pero la verdad nunca tuve una justificación más sana y más inocua que exponer
mi mejor cara de baboso y decirles en el más supuroso lenguaje xalapeño: “pos
al igual”.
Ahora tengo
que comentarles que mi domingo ya terminó y no precisamente por gusto sino por
la tierna expresión llena de sabiduría que la Karla adoptó de esa bella pieza
filmográfica Infierno: “dijiste que no ibas a hacer nada pero como que ya te me
estás pasando de huevoncito”... y pues heme aquí. Total que ni quería seguir en
mi estado catatónico porque la espalda ya me dolía y terminé de contar toda la
polilla que se comió el pantalón de mi pijama y que amenazaba con comerme vivo
a mi también.
Pues bien,
como diría los locos “i'm back”; y estoy aquí para lo que gusten y manden,
sobre todo acepto invitaciones a discutir temas de poco interés que se presten
a airosos pleitos que no lleven a ningún lado, como la estéril discusión que
tuve este sábado con unos amigos y que terminó en una alharaca tipo Tercer
Grado. Comenzamos platicando cordialmente de películas, de las de culto y de
las que uno no debe perderse, porque ha de saber que así como hay libros que
toda persona debe leer antes de morir, también hay películas que deben ser
vistas. El caso es que no sé bien por qué razón pasamos de hablar de películas
y terminamos discutiendo la Reforma Energética, como si supiéramos o fuéramos
gente culta. Esa sección nos llevó gran parte de la noche y coincidimos en que
el problema era el falso nacionalismo y el patriotismo exagerado, aunque habrá
otras personas como nuestra eximia alcaldesa que seguramente tendrá la teoría
de que el problema energético, así como los hoyos de la ciudad, también lo
ocasionó el Huracán Ingrid.
No les cuento
todas las cosas que me pasaron en este casi año de ausencia porque sería un
hercúleo esfuerzo sintetizador y porque aunque no me lo crea no han pasado
demasiadas cosas dignas de nota... pero no se apure, de lo que me vaya
acordando, y que no esté tan güarro ni tan furris, ahí lo iré enterando. Yo más
viejo y mis hijos más grandes, pero eso tampoco es como para contarse pues no
es exclusivo ya que ustedes tampoco se están poniendo más jóvenes que digamos.
Hagamos mejor de cuenta que nunca me fui, que siempre estuve y que ustedes ni
me extrañaron (no lo dudo), imaginémonos que cierto día de domingo mordí una
manzana y caí en un pesado sueño del que no despertaría hasta que la malvada
bruja del Palacio se deshiciera en agua. ¡Eso! ¡Eso hubiera estado bonito
realmente! Lástima que me despertaron con dos meses de antelación. Ni modo, la
aguantaremos noviembre y diciembre todavía.
Cualquier
comentario de esta columna que resucitó, favor de enviarlo a atticusslicona@gmail.com y puede
seguirme en twitter en @atticuss1910
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