DIARIO ÍNTIMO
Veracruz calma los
nervios
Un buen día de estos no amanezco. Yo que de niño jamás sufrí
terrores nocturnos ahora hay veces que los sobresaltos a media noche me han
tenido a un tris de un paro cardiaco. El patio de mi casa es visitado por las
noches por una pandilla informe de gatos que no tiene otra finalidad en este
mundo que engarruñarme los nervios. Normalmente ni los escucharía, pero quien
sí los escucha es mi perrita Lilly que tiene unos supercaninos oídos, al menor
ruido comienza una carrera desaforada ladrando por todas las escaleras y se
lanza en pos de los intrusos con la misma determinación que se lanza Lorenzo
Portilla sobre los ayuntamientos incumplidos. Lilly jamás ha pescado a ningún
gato, es pura ladradera que a las tres de la madrugada NoesdeDios (creo que
Portilla tampoco). Duermo poco y necesito de una relajación total para
recuperar mi resplandor áureo y no amanecer cuatrapeando las vocales. Esa
fiesta animal me magulla ferozmente la jefecita santa.
El pasado viernes, alrededor de las tres de la mañana, la
historia se repitió con una ligera variante… alguien tocaba a la puerta. En la
móder, tanto se han refinado los gatos que ahora tocan la puerta –pensé entre
sueños-, y la Karla, haciendo alarde de poca equidad de género me zarandeó para
que yo, mostrando músculo a través de la delgada playerita de algodón que me
cubre por las noches, me asomara a la ventana. Era mi suegra. ¿Podría usted,
bien querido lector lectora, imaginarse una mejor forma de empezar el día? Lo
dudo. Con las terminales nerviosas engarrotadas bajé los escalones suave y
parsimoniosamente cual muerto viviente.
El fin de semana, buscando alivio, decidí llevar mis
huesitos al cuatro veces heroico Puerto de Veracruz, el cual sólo atravesé
porque como muchísimos turistas enfilé mis nerviosos pasos hacia Boca del Río.
La brisa comenzó a ejercer su efecto amortiguador desde el inicio y el
relajante atardecer a la orilla del Río Jamapa recompensó mi cansado espíritu
que rayaba en la pulverización, las ideas comenzaron a acomodarse y pude
recuperar un poco de la sedosidad de aluminio que normalmente me caracteriza.
Despacito se me fue disipando el entripado que seguía rumiando por el descarado
robo de la caseta de La Antigua y me senté en un restaurancito a la orilla del
río a imaginarme que bellas sirenas me hacían molinillo en los pies y me daban
masaje en las sienes. El astro rey se ocultaba cansinamente y la música de los
jaraneros arrullaba. En la mesa de junto dos viejitos celebraban 80 años de
vida y 60 de casados. A él se le escurrió una lágrima cuando intentó cantarle
una canción y la emoción le ganó a la voz… ella lo besó en la frente. El río se
desbordaba de reflejos de otras épocas, eterno testigo sin memoria de lo mejor
de la vida veracruzana. No llegué al mar, me quedé en el Río Jamapa, y sus
tenues olas acompasadas calmaron mi sinapsis cerebral que aquí en Xalapa muchas
veces se me desconecta.
Qué lástima que no sea nada barato ir al Puerto o a Boca del
Río. Entre la gasolina que a últimas fechas se vende en botellas de litro
resguardadas en Chedraui junto con las de champán, las casetas que suben de
costo con una velocidad pasmosa, los volovanes y las nieves que no respetan la
caída en picada del poder adquisitivo de la clase media, el viaje sale bastante
caro. Los jaraneros seguían tocando y los viejitos seguían comiéndose con los
ojos… las voces cantaron a coro “¡Ay! Qué bonito es volar a las dos de la
mañana… a las dos de la mañana ¡ay! Qué bonito es volar, ¡ay mamá!”, y yo sané
mis nervios y me acordé de mi suegra.
Ahí si puede, escápese a los rincones de Veracruz, a sus
pueblos mágicos y sus costas y sus ríos… Jalcomulco, El Tajín, Costa Esmeralda,
Boca, el Puerto, Xalapa y la región, Córdoba, Orizaba, Cosamaloapan (para que
vea la casa donde nací), y tantos lugares más que nuestro Estado tiene, que son
mágicos y hasta sanan el espíritu más engarruñado.
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enviarlo a atticusslicona@gmail.com
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