jueves, 18 de agosto de 2016
ARTICULISTA INVITADO: RAFAEL ARIAS HERNÁNDEZ
Sucesión, responsables y cómplices ante la justicia, sin excepción
A 105 días del inevitable final. Más y más deuda. Siguen destrucción y debilitamiento institucional, ocurrencias y caprichos. Crecen desempleados, pobres, hambrientos, sedientos e inseguros. La inconformidad aumenta y se manifiesta.
75 días y nuevo Congreso Estatal que debe exigir responsabilidades y perseguir delincuentes. ¿Dónde quedaron miles de millones de pesos desaparecidos?
Contraloría, Orfis y Congreso, cómplices y encubridores.
PRI “zombi”. PAN y MORENA en aumento. El gobierno de la alternancia avanza.
Por la limpieza se empieza
Imprescindible empezar con los que son, están y ya se van.
Los que ahora dicen que trabajan y cobran por el cargo o encargo oficial; los que hoy se dicen gobernantes y servidores públicos.
Los mismos que prometieron y se comprometieron a cumplir y hacer cumplir la ley. ¿Lo han hecho?
Urge empezar la limpieza para poder continuar y que la costumbre se convierta en cultura.
No hay ni debe haber duda o confusión. Es la hora de cambiar.
Es la voluntad de los veracruzanos, crecientemente, manifestada en las calles y espacios públicos.
Expresada en las urnas, reiterada en todos los medios y apoyada en todas partes.
Es mandato impostergable e inconfundible si se quiere combatir el delito y erradicar el mal.
Principio legal y legítimo de supervivencia elemental, individual y social.
El cambio verdadero empieza haciendo todo el esfuerzo por erradicar ineficiencia y delincuencia gubernamental.
Lo importante es sostener el justo reclamo popular y no ceder, ni conceder favores y privilegios indebidos.
Es hora de dar su lugar a la justicia, ni más ni menos.
Alternancia, contra ineptos y corruptos
Insoportables manipulación, distorsión, desviación y minimización de un serio problema gubernamental y social, como la inocultable y creciente ineficiencia y corrupción oficiales.
Inaceptable simular, encubrir y tranzar.
Ya no hay lugar para arreglos, pactos o convenios. Públicos o en lo oscurito”. Favorecer a intocables y reciclables.
Perjudicial y catastrófico garantizar la continuidad a la impunidad.
El imperativo ciudadano y social es claro y directo.
No más de lo mismo. No más “hacer como que se hace” para al final terminar, como ya se sabe, limitando y sacrificando a millones y millones de seres humanos.
Nada de “cambiar para que todo siga igual”, es decir de mal en peor.
Mucho menos aceptar o respaldar el afán destructivo de sabotaje y debilitamiento de las instituciones. Todo pensando en blindar y asegurar la retirada al grado de, con toda intención, sembrar problemas y conflictos, y complicar y confundir más.
El que nada debe…
Más allá del aprovechamiento del entretenimiento y diversión, de “la guerra de lodo”, y las descalificaciones y exageraciones periodísticas, es preciso no perder, ni olvidar lo prioritario.
No. No se trata de reducirlo o minimizarlo a un enfrentamiento personal. Ni de aprovecharlo recurrentemente como una distracción mediática o un escándalo noticioso.
El reto de nuestros días es muy simple y sencillo: o empezamos a limpiar o padecemos las consecuencias de no hacerlo.
A estas alturas, nacional y mundialmente, se reconoce que en presente y futuro inmediato de los mexicanos crece un impostergable problema: la urgente atención, combate y erradicación de la delincuencia en los gobiernos.
Y lo que más preocupa es que favorecidos y beneficiados hacen de todo para mantenerse intocables y reciclables, en la impunidad.
Así que es tiempo de llamar la atención para no confundir, ni confundirse.
En primer lugar, nunca olvidar, posponer indefinidamente, ni minimizar el hecho de que para empezar en los que se debe centrar la atención y ocupación pública es en los que están y más en los que se van. Unos y otros tienen que rendir cuentas.
En segundo, asegurar verdaderas fiscalización y evaluación públicas, como garantía de derecho ciudadano y social.
Señalar el error para corregirlo, identificar el problema para resolverlo, localizar necesidades y rezagos sociales para atenderlos y, desde luego, identificar responsables para reconocerles si lo hicieron bien, o reclamarles y procesarlos si actuaron mal, se aprovecharon del cargo y operaron en contra del interés público.
Y en tercer lugar, ante el cúmulo de inconformidades, protestas y hartazgo social, hay que entender que la limpieza es ineludible e impostergable. Imposible enfrentar delincuentes e ineficientes si quienes deben hacerlo los protegen, encubren, ayudan y apoyan.
La banda que manda
Ahí están los resultados, muchos a todos niveles y ámbitos de gobierno, por elección o designación, no ha garantizado el cumplimiento puntual de responsabilidades; honestidad en el desempeño del cargo; y eficiente uso del patrimonio y recursos públicos, así como de atribuciones institucionales.
La realidad muestra el tamaño del daño de improvisación e ineptitud, de mediocridad y discrecionalidad, de ocurrencias y caprichos; y también los alcances de perversidad, complicidad y corrupción, de ineficiencia y delincuencia gubernamentales. Muchos de ellos, popularmente conocidos porque “no tienen llenadera”.
En todo caso, lo cierto es que ante irresponsables y mediocres, ante ineptos y corruptos no hay presupuesto ni recursos presentes o futuros que alcancen.
Ahora, al concluir otra administración estatal se comprueba. No es exagerado afirmar que en Veracruz, en efecto, lo prometido es deuda, pues a todos se debe; y la mala administración se ha transformado en un sistema de paguitos, de lentos y penosos trámites en lo oscurito, en denigrante y convenenciera petición de favores, y en obligada entrega de propinas, mochadas y mordidas que agilicen el ansiado pago.
Situación llevada a increíbles extremos de improcedente endeudamiento, como los cuestionados “fideicomisos irrevocables” y otras arbitrariedades institucionalizadas, propias de los años de Hidalgo y de Carranza.
En este contexto no han sido ni serán suficientes los esfuerzos y alcances de los buenos servidores públicos, muchos anónimos, pero que aunque pocos y apabullados, sin duda los hay.
En una democracia quienes gobiernan, electos o designados, todos sin excepción son y deben ser servidores públicos, ni más ni menos.
Y todos y cada uno deben estar sujetos, cuando menos, al cumplimiento verdadero y puntual de los principios básicos de todo buen gobierno: transparencia, eficiencia, previsión, rendición de cuentas, fiscalización y evaluación pública del desempeño.
¿Qué hora es? La del cambio verdadero.
*AcademicoIIESESUV@RafaelAriasH.
Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez
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