DIARIO ÍNTIMO
Luces off
A mi
sacrosanto señor padre se le atravesó su etapa de poeta en la medianía de la
edad. Él vivía en ese entonces en el Distrito Federal y su señora esposa (mi
madre para pronta referencia) y sus tres angelicales hijos, vivíamos en Xalapa.
Se iba desgarbado y triste todos los lunes en el camión de las cinco de la
mañana, y volvía los viernes por las noches, loco de contento. Esas idas y
venidas lo dejaron, diría yo, un poco chipiloso y por eso creo que le entró a
la poesía. No lo hizo tan mal -tampoco como para ganarse un premio-, pero una
poesía suya me dejó una honda huella… la llamó “Versos al error”.
No me la
aprendí (dije que me dejó honda huella, no que me la había aprendido) pero
recuerdo algunas líneas dispersas como: Mariposas monarcas / Flamingos rosas /
¿Dónde se han ido? / Ahora entiendo la tristeza de los ríos / Son lágrimas que
cruzan que cruzan por la tierra / añorando el verde extraordinario de los
campos / la muerte del relámpago en la sierra.
Creo que ni
iba así y estoy seguro que cuatrapié los versos, pero el caso es que hablaba
con una profunda tristeza de lo que le hemos hecho a este pobre planeta. Segurito
que miapá andaba en sus días sentimentales, etapa que todos los hombres tenemos
que pasar alguna vez y en la que nos definimos si seguimos machines pero
melancólicos o le entramos de una buena vez al arroz con popote. Él siguió
machín y melancólico, e hizo en esas idas y venidas en el ADO varios versos que
con el tiempo se fueron perdiendo. Pero lo que quiso decir en Versos al error, tenía
un grado altísimo de razón: nos estamos acabando esta tierra y la tierra misma
llora.
Este sábado
muchos, miles de mexicanos nos unimos a la Hora del Planeta y por una hora
apagamos todas las luces. En mi casa que cada día se llena de más plantas
también apagamos luces y bajamos el suich/switch/interruptor. Todo hubiera
permanecido a oscuras si Paquito el Franciscano no se hubiera puesto de
sangroncito a medio chillar diciendo: “meace miedo”. Encendimos dos velas y nos
dispusimos a sobrevivir durante sesenta minutos sin electricidad.
Mi tlacoyo como
que se reveló y sacó su celular… momento chiquitita, engarrótesemeay me lo
apagas… ¡peeeero!… pero nada, me lo apagas. Y lo apagó. Lo apagué y lo apagamos
todos. ¿Por qué apagar el celular papá? (cuando un adolescente se pone a
remolonear, remolonea en serio) Porque esa energía que ahorita consumes la
tendrás que reponer después. Medio convencida se unió al conciliábulo que
habíamos armado en la sala y escuchamos durante un rato medio embelesados medio
turulatos cómo iba caminando el reloj de la sala tc tc tc… ¿Y ahora? Preguntó
el tlacoyo. Ahora nos ponemos a platicar, que eso hacían antes nuestros
abuelitos. Y platicamos. Y después de una hora todo volvió a la normalidad.
Nadie se murió, nadie salió herido y pudimos regalarle a la Tierra una hora de
nuestro tiempo.
No se
trataba, creo, solo de apagar las luces, se trataba de hacer un examen de
conciencia de cómo le estamos rompiendo su jefecita al planeta, del enorme daño
que le hacemos 7 mil millones de pelados a este triste mundito. Es terrible. La
verdad es que lo que le hacemos es terrible. Y sin embargo muchos siguen
pensando que la onda ecológica es algo de Moda, algo que solo hacen los hypsters,
los hipiosos y los sin quehacer. Nos estamos acabando al mundo y eso no tendrá
remedio si seguimos por el mismo camino y no queremos invertirle a los sistemas
ecológicos porque “¿Yo que gano?”, porque “¡tan recaros!”, porque “!aysichucha
tárefácil!”. Y sí, es cierto, salen muy caros, tan recaros y no está refácil,
pero caros nos salieron también en su momento y nos siguen saliendo caros los
focos ahorradores, pero le entramos porque la electricidad estaba
irritablemente cara.
Me extrañó
sobremanera que amaneciera este lunes el Cofre de Perote cubierto de nieve. Se
me hizo extraño porque el calor ha estado últimamente agobiante y sólo lo había
visto en los últimos años con nieve cuando en Xalapa hace un frío de perros.
Que gacho que hasta extrañe, cuando debería ser la constante. Si usted no
participó en la Hora del Planeta por desconocimiento, porque se le olvidó o
porque no quiso, desatarúguese y éntrele. Convenza a su familia y escojan un
día. Apaguen luces y hasta el refri que nada se le echará a perder en una hora.
Si usted este sábado apagó luces pero se fue a la plaza o a pasiar… eso tampoco
vale. No sea canijo, no sean maloras… nada cuesta. Vamos a hacer esas lágrimas
de los ríos llanto pero de alegría y no de una tristeza profunda y rasposa que
escoria el alma.
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