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lunes, 22 de octubre de 2018

Articulista invitado: Uriel Flores Aguayo

LA LEVEDAD HUMANA: BIEN Y MAL

En la línea de las utopías o creencias se ha hablado del hombre nuevo y del ser
bueno. Se ha pensado que por medio de algún sistema social y político o de alguna
religión es posible contar con mejores seres humanos. En la crisis de las ideologías y
la reafirmación del capitalismo, en un sentido más pragmático, los intentos similares
han quedado en el planteamiento de ciertas políticas públicas o intentos de manejos
presupuestales con fines benefactores. La historia nos enseña que los experimentos
de uniformidad social han derivado en tiranías y descenso de los derechos y la
dignidad humanas.

Mucho tiene que ver el ejercicio del poder en los niveles de
desarrollo social en todos los sentidos, sobre todo en nuestro continente,
marcadamente en América Latina. Hay un rezago importante en buenas actitudes y
prácticas en la convivencia social. Me parece que lo que impacta todos los ámbitos de
las sociedades es nuestro nivel de civilización.

 Lo vemos en los niveles de violencia en
general, en el trato a las mujeres, en la relación con los ancianitos, en el manejo de los
asuntos públicos, en la discriminación a los indígenas, en la homofobia y en un
evidente clasismo.
La naturaleza humana requiere Educación permanente y entornos sanos para volverse
sociedad de tolerancia y armonía. En la crianza y la enseñanza inicial están las bases
de un crecimiento normal y mejor. La condición humana se muestra y abre paso con
los filtros de la educación y las reglas sociales o impacta directamente cuestionando
los valores fundamentales de la comunidad. La condición humana será determinante
siempre, contra la lógica y el sentido común constantemente nos dará muestras de su
vigor y persistencia.

 Las sorpresas que dan los comportamientos bárbaros, arbitrarios,
antisociales y divisorios apenas se reponen una vez para volverse a presentar. Si
algún comportamiento individual o colectivo rompe las reglas básicas de convivencia,
desafía al sentido común y cuestiona la calidad de las relaciones personales, tiene que
ver directamente con la condición humana.
Existe, es fuerte, está presente en cada quien y en las comunidades la calidad
humana. Es el nivel de desarrollo humano y social que da equilibrio a la sociedad. Que
empuja la evolución ciudadana, que logra justicia, progreso y educación. Con calidad
humana se genera convivencia sana, armonía, cooperación, solidaridad, tolerancia,
inclusión y compañerismo. Todo eso, cualidades, se expresan en lo individual y en lo
colectivo. Decir calidad humana tiene un sentido sustancial, nada que ver con
posesiones o roles de poder. Es la condición de quienes son humildes, autocríticos,
empaticos y aportan a su colectividad. En el sentido ciudadano tiene que ver con las
prácticas democráticas, las libertades, el medio ambiente y la cultura.

Las aspiraciones sobre el buen comportamiento y las buenas personas en función de
un proyecto político que no tengan sustentabilidad institucional quedan en los riesgos y
la volatilidad ya conocidas del voluntarismo. Si la única garantía del logro de esos
propósitos radica en las cualidades de un líder u hombre fuerte y providencial, las
posibilidades del fracaso son enormes en mediano o largo plazo. No hay actualmente
en México, tal vez nunca la hubo, una formación partidista o un discurso político que
inspiren la confianza y certeza de que habrá mejores ciudadanos. Por supuesto ayuda
para que eso ocurriera el que exista un Estado de Derecho, Gobiernos honestos y
austeros, apertura y transparencia en los asuntos públicos, superación de la pobreza y
la violencia.

Es decir, si puede haber desarrollo social, requisito para mejores
personas, siempre y cuando se entienda y atienda lo fundamental, o sea, inclusión y
libertad. Si se opta por lo viejo y los juegos de poder, si se pospone la ciudadanía y se
crean masas clientelares, no habrá avance. Eso sí, veremos escenografías

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