OPACES, INCAPACES Y RAPACES.
En Veracruz, como en el país, cada vez más se nota con mayor claridad, que
la forma de gobernar y ejercer un puesto público, ha alcanzado niveles alarmantes de opacidad,
incapacidad, mediocridad y rapacidad.
Por lo general, verdaderas excepciones
aparte, informar para quienes, por fortuna solo por un tiempo, gobiernan o están a cargo de un puesto
público es todo, menos mostrar la realidad de su desempeño y de la situación
real. Intentan, por todos los medios ser
evaluados.
Así, ¿cómo decidir, valorar y prever con
fundamentos? ¿cómo apoyarlos o sancionarlos?
Pero eso sí, se ha convertido en
costumbre y ritual, utilizar y abusar
del deber de presentar un informe, para
auto elogiarse, auto promoverse y auto justificarse.
O, valga la oportunidad, asumen ventajas,
al anunciar una renuncia de alguien en
cargo de primer nivel, minimizando o negando la magnitud de los daños causados
y la difícil situación en la que abandona el puesto. Tal es el caso del
ex-Secretario de Hacienda.
¿O qué una devaluación de casi el 50%,
el descomunal aumento de deuda, los injustos
recortes, no ameritan explicaciones? ¿Y qué decir del fracaso de las
reformas estructurales y los gasolinazos?
Solo para que se tenga presente y se
exija. Recordemos que en Veracruz la situación es peor, con el record, de 6
secretarios de finanzas en casi 6 años; resulta que no pasa nada, pese a que ninguno se salva de la
responsabilidad de la cuestionada administración, de la quiebra financiera, el sobreendeudamiento y
la desaparición de miles de millones de pesos.
¿SOMOS? O ¿NOS HACEMOS?
Pero de qué quejarse, si se permite, fomenta y algunos, incluso, aprovechan,
según el caso.
Con esto y más, solo acumulamos daños que tarde o temprano padecemos.
¿El pueblo tiene el gobierno que se
merece?
En verdad, a fin de cuentas, ¿lo que
hacemos somos?
Lo absurdo va de un extremo a otro. Por
un lado, muy pocos o nadie en los cargos públicos, informa lo que encuentra; y,
por el otro, menos o ninguno rinde cuenta puntual, cuando lo que deja.
En uno y otro caso predomina la
pasividad ciudadana y social. Somos característicos de desinterés, apatía,
conformismo, y dejadez
No preocupa ni ocupa lo que hagan
quienes se dicen gobernantes o funcionarios, pero que en realidad todos sin
excepción son simples servidores públicos.
En resumen usa y abusan, hacen y
deshacen; pero eso sí, dicen que logran,
avanzan, fortalecen y hasta aportan o innovan. Frente a una realidad que de muchas
formas se prueba, padece y tiene que pagar y reparar lo contrario.
Nuestra indolencia, desidia y apatía en
los asuntos públicos tiene, tarde o temprano, costosas consecuencias.
Una de ellas, es que de inmediato nos
hace comprobar lo que somos. No reaccionamos, frente al grado de abuso y
simulación, de engaño y manipulación, de opacidad e incapacidad, de rapacidad y
deshonestidad que caracteriza a demasiados gobiernos, de todos partidos,
colores y sabores.
Así en efecto somos lo que hacemos, o
dejamos de hacer, bien o mal, a tiempo y sin demora.
¿Qué esperamos de gobernantes y
funcionarios, si no les exigimos que cumplan cabalmente, con sus deberes y
obligaciones?
¿Por qué no informan ni rinden cuentas,
bien y con oportunidad? No lo hacen cuando están y menos cuando se van?
¿Con base en que información toman
decisiones y hacen previsiones?
Ni transparencia real y permanente; ni
rendición de cuentas puntual y completa; ni verdadera fiscalización,
responsable y objetiva; y mucho menos
evaluación social independiente.
Más bien, desempeño caracterizado por
opacidad, mediocridad, ineficiencia, complicidad, corrupción,
encubrimiento e impunidad: simuladores intocables y reciclables son el mejor ejemplo.
De ahí que con frecuencia, se llegue al
extremo de ilusamente sostener a quienes son conocidos y caracterizados por mediocres,
ineficientes y hasta delincuentes gubernamentales.
Los mismos que, en el desempeño de sus
cargos y funciones, han vendido la socorrida esperanza de mejorar presupuestos
oficiales; así como hasta administrarlos bien, sin déficit; o de, en concreto, reestructurar el gasto y aumentar
la inversión; o, hasta los que pomposamente, anuncian fortalecimiento
financiero, que en realidad solo es una cara ocurrencia para salir del paso o
distraer, sobre lo que resulta más evidente: pésima administración y sobre
endeudamiento público.
Así, con frecuencia, los presuntos
responsables recurren a anunciar supuestas reingenierías administrativas,
ordenamientos estructurales y redefiniciones funcionales; o en el colmo, de la
noche a la mañana se impone “basificar”
a diestra y siniestra, aplastando la carrera civil o impidiendo cualquier
estudio serio sobre la costosa presencia, crecimiento y
daños de la burocracia.
En fin, unos y otros han asegurado que no era endeudar más y acaban haciendo todo
lo contrario. Se justifican expresando que son parte de las acciones de “saneamiento
financiero”, cuando en todos los casos, predomina irresponsabilidad e incapacidad, dando paso a costosas improvisaciones, ocurrencias o caprichos, que les pueda
incluso, dejar algunas ventajas o
beneficios personales, familiares o de grupo...
ALGUNAS PREGUNTAS. URGEN RESPUESTAS.
En todo caso, hay que insistir y
denunciar un hecho evidente, Veracruz sumido en opacidad y rapacidad,
Muchas interrogantes siguen sin ser
contestadas, por quienes tienen la obligación
cuando menos, de ser transparentes, garantizar el acceso a la
información y rendir cuentas con
puntualidad.
Preguntas que son parte de la preocupación de los
veracruzanos pero que, por desgracia no lo son de su ocupación general,
exigente y permanente.
Algunas preguntas y más, siguen presentes.
¿Dónde están los miles de millones de
pesos desaparecidos, que la Auditoria Superior de la Federación (ASF), asegura
superan 35 mil millones?
¿Cuál es en verdad, el total-total de
deuda pública estatal, hasta el momento?
¿Se fincará responsabilidades y
denunciará a los que están y cobran por vigilar, pero no lo hacen. Los
fiscalizadores Contraloría General, Órgano de Fiscalización Superior y Comisión
de Vigilancia del Congreso, que no han cumplido con su obligación? ¿Qué son,
ineficientes y delincuentes?
¿Cuál es el monto y destino de los
créditos fiscales manejados por el Gobierno Estatal, durante los últimos años?
O qué, ¿aceptamos como norma de
gobierno, crimen sin castigo?
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