ARTICULISTA INVITADO
Héctor Yunes Landa
La Educación como soporte de nuestro desarrollo.
La crisis por la que actualmente esta pasando el sistema educativo nacional es preocupante debido a los resultados negativos obtenidos en las pruebas de evaluación del aprendizaje. En opinión de algunos expertos, esto refleja que gran parte de los alumnos mexicanos salen mal preparados de las escuelas, lo que afecta importantemente su desempeño profesional y sus posibilidades de desarrollo en el futuro, sin mencionar el daño que generaciones de ciudadanos con un nivel de educación deficiente provocan al crecimiento y progreso de nuestro país.
Sin embargo, cabe destacar que este problema se debe en gran medida a la gran desatención por parte del gobierno federal en lo que corresponde a la educación. Si bien los niveles educativos bajaron considerablemente en el sexenio foxista, ha sido en el presente sexenio que se han visto bajas drásticas en los resultados educativos de los niveles básico y medio.
De acuerdo a los estudios realizados por la OCDE, en 2009 México ocupaba ya el último lugar de los indicadores educativos. Por ejemplo, en cuanto al gasto anual que el gobierno invierte en cada alumno inscrito, México destina la cantidad de 37 mil pesos, cuando la media internacional es de 117 mil pesos anuales.
Asimismo, se menciona que tan sólo menos de la mitad de los alumnos inscritos en la secundaria logran concluir sus estudios. Y en un dato más alarmante, sólo una tercera parte de todos los mexicanos alcanza el nivel de bachillerato.
El razonamiento más común de la sociedad respecto a estas deficiencias, es que los maestros no hacen su trabajo como deben porque no están interesados en hacerlo. No obstante, es de reconocer que todos los docentes del país padecen condiciones similares o peores que las de los propios alumnos.
Los maestros mexicanos tienen que enfrentarse a la falta de presupuesto, a condiciones de trabajo muy penosas, dando clases en inmuebles que no cumplen con los mínimos de calidad y mantenimiento, siendo asignados a un número superior de alumnos de los que pueden realmente supervisar, trabajando por un salario insuficiente, y, sobre todo, afectados por una grave carencia de un auténtico proyecto de reforma educativa integral, que, sustentado en un genuino sentido de la responsabilidad, defina de una vez por todas un nuevo rumbo para México en materia educativa.
Los maestros no son culpables de que la educación en México no funcione, no son culpables de la falta de dinero para renovar las escuelas, o de que los alumnos no cuenten con las condiciones socioeconómicas ideales para poder aprender y desarrollarse. El maestro es una más de las víctimas de una cadena de intereses y desintereses que ha condenado a nuestro país al atraso educativo en los últimos años.
Si se buscan culpables en esta situación, no se debe ir muy lejos. Por un lado tenemos a un gobierno federal que nos ha dejado a la deriva, porque está mucho más angustiado por proteger su imagen pública, y como ya lo hemos dicho antes, que sólo piensa en legitimarse a través de una guerra sin sentido a la que destina todos los recursos y toda la atención. Por otra parte está la intricada red de intereses e influencias que lastiman a la Educación, poniendo un freno de décadas a su desarrollo.
La solución sin embargo no es inalcanzable, para alcanzarla se requiere de un trabajo coordinado de todos los miembros de la sociedad, desde los padres, los maestros, los directores, los líderes sindicales hasta las autoridades gubernamentales municipales, estatales y federales. La reforma educativa que se necesita debe ser incluyente y amplia, debe pensar en todos aquellos aspectos que influyen en el proceso educativo –situación familiar, nutrición del alumno, costos de la educación, situación de los inmuebles, revisión de los programas, capacitación magisterial, mejora a las condiciones laborales y salariales de los docentes, entre otras- de manera que los resultados se traduzcan en alumnos bien preparados, escuelas dignas, programas modernizados y maestros bien pagados y capacitados.
Si el gobierno federal destinara a la educación el mismo presupuesto que actualmente destina a la lucha contra el narcotráfico, otra cosa sería. Si además de aumentar el número de policías y penales de alta seguridad, se enfocara también a la construcción de más y mejores normales para formar a nuestros maestros, y más y mejores escuelas para que las nuevas generaciones se preparen mejor, el futuro sería diferente.
Por último cabe hacer la siguiente reflexión. La educación no sólo es la llave para el crecimiento personal, sino también el único camino que tenemos para alcanzar el progreso. Invertir en la educación es invertir en el futuro de México, es legarle a nuestra nación una nueva clase de ciudadanos instruidos y con valores, que no van a tener la necesidad de buscarse la vida en la delincuencia, el narcotráfico o migrando a otras regiones del país e incluso al extranjero. Invirtiendo en la educación estaremos dándole a México la capacidad de competir con otras naciones y elevar el nivel de vida de todos sus habitantes.
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