DICHOS FÁCILES Y HECHOS COMPLICADOS
Uriel Flores Aguayo
Vivimos tiempos electorales en que se habla en general, al
menos en círculos sociales politizados, con matices interesados y parciales.
Cada quien trata de ajustar las opiniones y los hechos a su muy particular
punto de vista y afán proselitista. Hasta en la obviedad se maneja cualquier
asunto con tonos de tipo electoral. Se extravía la objetividad básica y se
ahoga la imparcialidad. Eso ocurre en amplios sectores pero se vuelve
sistemático en el medio periodístico. Si en las redes sociales cualquier
persona afirma sin pruebas, exagera o hace arengas vulgares, no pasa de
verse como algo medio normal, que tenga que ver con la libertad de expresión y
un proceso educativo al respecto. El problema ocurre con los periodistas y los
analistas políticos, los primeros por el papel informativo que juegan al
servicio de la ciudadanía, los segundos por su rol de esclarecimiento y
explicaciones de los fenómenos de nuestro contexto; ambos influyen en los
criterios de la gente y en la toma dé desiciones. Si el periodista no informa,
oculta o distorsiona la información, deja de jugar su papel social y se
convierte en parte del problema de nuestra precaria democracia; si el analista
no analiza y se convierte en generador de rumores, prejuicios y especulaciones,
desciende en su categoría y en la posición que debería jugar en bien de
las verdades y un rumbo claro para la sociedad.
Se han masificado las opiniones, prácticamente quien lo desee
puede dar una opinión sobre el tema que quiera, inclinándose marcadamente hacia
la política. Leemos de todo: juicios severos sobre personas públicas,
afirmaciones descabelladas, deseos místicos a favor de candidatos, campañas de
rumores y una que otra opinión seria, las menos. Para la mayoría todo es fácil,
con la simple voluntad individual se pueden resolver todo tipo de problemas;
dan soluciones simples para cualquier asunto por complejo que sea, trátese de
cuestiones de seguridad, de economía, de gobernanza, etc.. Sin obviar lo positivo
que tienen las redes sociales en cuanto a la comunicación de la gente, hay que
observar con cuidado que sus procesos informativos pasan sin filtros
cualitativos y generan certezas desde lo superficial y los intereses facciosos.
Se masifican las opiniones y suelen quedarse en nivel cuantitativo.
Las figuras públicas en general poco aportan para elevar el nivel
del debate, quedándose en general en confrontaciones de personas y de bajo
nivel. Es impactante la frivolidad vulgar, por ejemplo, del por segunda vez
candidato de MORENA a gobernador: sin ideas, sin propuestas, refugiado en el
chiste y la ocurrencia. Es una tragedia defraudar así la expectativa de cambio
de un sector importante de veracruzanos. Sin ser imposible si será difícil
presenciar y participar en un proceso de altura, útil y generador de
participación consciente y libre de la ciudadanía. Nuestros problemas en
Veracruz son complejos, vienen de lejos y requieren voluntad, compromiso y
talento de quienes pretendan tomar las riendas de nuestro Estado. Habrá que
darle su valor democrático a los sufragios, verlos como mandato y aspiraciones
de la gente; más allá de fines meramente partidistas y cálculos particulares de
candidaturas.
Cada vez más será difícil expresar y recibir razones ante el
natural avance de la polarización electoral; las posturas dominantes serán
emocionales y de militancia fugaz. En medio de esa bruma, sin embargo, hay que
abrirse paso con argumentos y propuestas. Si el resultado se va por lo mágico y
el pensamiento vertical y único, habrá registro de posturas sensatas que serán
referente y recordatorio; si se abre paso una ruta plural, se tendrían bases
para avanzar más rápido en buenos gobiernos. El pensamiento idealista sin bases
puede llevarnos a la decepción y al inmovilismo. No se trata de cambiar sin
saber para qué y cómo lograr las transformaciones.
Recadito: de lleno el Ayuntamiento xalapeño en el trabajo
partidista; es el nuevo PRI, PriMor.
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