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lunes, 12 de septiembre de 2016

ARTICULISTA INVITADO: RAFAEL ARIAS HERNÁNDEZ


OPACES, INCAPACES Y RAPACES.



En Veracruz, como en el país,  cada vez más se nota con mayor claridad, que la forma de gobernar y ejercer un puesto público,  ha alcanzado niveles alarmantes de opacidad, incapacidad, mediocridad y rapacidad.

Por lo general, verdaderas excepciones aparte, informar para quienes, por fortuna solo por un tiempo,  gobiernan o están a cargo de un puesto público es todo, menos mostrar la realidad de su desempeño y de la situación real.  Intentan, por todos los medios ser evaluados.

Así, ¿cómo decidir, valorar y prever con fundamentos? ¿cómo apoyarlos o sancionarlos?

Pero eso sí, se ha convertido en costumbre y ritual,  utilizar y abusar del deber de presentar un informe,  para auto elogiarse, auto promoverse y auto justificarse.

O, valga la oportunidad, asumen ventajas, al  anunciar una renuncia de alguien en cargo de primer nivel, minimizando o negando la magnitud de los daños causados y la difícil situación en la que abandona el puesto. Tal es el caso del ex-Secretario de Hacienda.

¿O qué una devaluación de casi el 50%, el descomunal aumento de  deuda, los injustos  recortes,  no ameritan  explicaciones? ¿Y qué decir del fracaso de las reformas estructurales y los gasolinazos?

Solo para que se tenga presente y se exija. Recordemos que en Veracruz la situación es peor, con el record, de 6 secretarios de finanzas en casi 6 años; resulta que no pasa nada,  pese a que ninguno se salva de la responsabilidad de la cuestionada administración, de la  quiebra financiera, el sobreendeudamiento y la desaparición de miles de millones de pesos.

¿SOMOS? O ¿NOS HACEMOS?

Pero de qué  quejarse, si se  permite, fomenta y algunos, incluso, aprovechan, según el caso.

Con esto y más, solo acumulamos  daños que tarde o temprano padecemos.

¿El pueblo tiene el gobierno que se merece?
En verdad, a fin de cuentas, ¿lo que hacemos somos?

Lo absurdo va de un extremo a otro. Por un lado, muy pocos o nadie en los cargos públicos, informa lo que encuentra; y, por el otro, menos o ninguno rinde cuenta puntual, cuando lo que deja.
En uno y otro caso predomina la pasividad ciudadana y social. Somos característicos de desinterés,  apatía,  conformismo, y  dejadez

No preocupa ni ocupa lo que hagan quienes se dicen gobernantes o funcionarios, pero que en realidad todos sin excepción son simples servidores públicos.

En resumen usa y abusan, hacen y deshacen; pero eso sí, dicen que  logran, avanzan, fortalecen y hasta aportan o innovan. Frente a una realidad que de muchas formas se prueba, padece y tiene que pagar y reparar lo contrario.
Nuestra indolencia, desidia y apatía en los asuntos públicos tiene, tarde o temprano, costosas consecuencias.

Una de ellas, es que de inmediato nos hace comprobar lo que somos. No reaccionamos, frente al grado de abuso y simulación, de engaño y manipulación, de opacidad e incapacidad, de rapacidad y deshonestidad que caracteriza a demasiados gobiernos, de todos partidos, colores y sabores.

Así en efecto somos lo que hacemos, o dejamos de hacer, bien o mal, a tiempo y sin demora.

¿Qué esperamos de gobernantes y funcionarios, si no les exigimos que cumplan cabalmente, con sus deberes y obligaciones?

¿Por qué no informan ni rinden cuentas, bien y con oportunidad? No lo hacen cuando están y menos cuando se van?

¿Con base en que información toman decisiones y hacen previsiones?

Ni transparencia real y permanente; ni rendición de cuentas puntual y completa; ni verdadera fiscalización, responsable y objetiva;  y mucho menos evaluación social independiente.

Más bien, desempeño caracterizado por opacidad, mediocridad, ineficiencia, complicidad, corrupción, encubrimiento  e impunidad: simuladores  intocables y reciclables son el mejor ejemplo.

De ahí que con frecuencia, se  llegue  al extremo de ilusamente sostener a quienes son conocidos y caracterizados por mediocres, ineficientes y hasta delincuentes gubernamentales.

Los mismos que, en el desempeño de sus cargos y funciones, han vendido la socorrida esperanza de mejorar presupuestos oficiales; así como hasta administrarlos bien, sin déficit; o de,  en concreto, reestructurar el gasto y aumentar la inversión; o, hasta los que pomposamente, anuncian fortalecimiento financiero, que en realidad solo es una cara ocurrencia para salir del paso o distraer, sobre lo que resulta más evidente: pésima administración y sobre endeudamiento público.

Así, con frecuencia, los presuntos responsables recurren a anunciar supuestas reingenierías administrativas, ordenamientos estructurales y redefiniciones funcionales; o en el colmo, de la noche a la mañana se  impone “basificar” a diestra y siniestra, aplastando la carrera civil o impidiendo cualquier estudio serio sobre la costosa presencia, crecimiento  y  daños de la burocracia.

En fin, unos y otros han asegurado  que no era endeudar más y acaban haciendo todo lo contrario. Se justifican expresando que son parte de las acciones de “saneamiento financiero”, cuando en todos los casos, predomina  irresponsabilidad  e incapacidad, dando paso a costosas  improvisaciones,  ocurrencias o caprichos, que les pueda incluso,  dejar algunas ventajas o beneficios personales, familiares o de grupo...

ALGUNAS  PREGUNTAS. URGEN RESPUESTAS.

En todo caso, hay que insistir y denunciar un hecho evidente, Veracruz  sumido en opacidad y  rapacidad,

Muchas interrogantes siguen sin ser contestadas, por quienes tienen la obligación  cuando menos, de ser transparentes, garantizar el acceso a la información y  rendir cuentas con puntualidad.
Preguntas que  son parte de la preocupación de los veracruzanos pero que, por desgracia no lo son de su ocupación general, exigente  y permanente.
Algunas preguntas y más,  siguen presentes.

¿Dónde están los miles de millones de pesos desaparecidos, que la Auditoria Superior de la Federación (ASF), asegura superan  35 mil millones?
¿Cuál es en verdad, el total-total de deuda pública estatal, hasta el momento?

¿Se fincará responsabilidades y denunciará a los que están y cobran por vigilar, pero no lo hacen. Los fiscalizadores Contraloría General, Órgano de Fiscalización Superior y Comisión de Vigilancia del Congreso, que no han cumplido con su obligación? ¿Qué son, ineficientes y delincuentes?

¿Cuál es el monto y destino de los créditos fiscales manejados por el Gobierno Estatal, durante los últimos años?
O qué, ¿aceptamos como norma de gobierno, crimen sin castigo?




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